CARTA DESDE ULTRATUMBA
Querido hijo Juan:
Te escribo desde esta otra dimensión para comunicarte que estoy bien, ya que me puse en paz conmigo mismo y con todo lo acontecido en mi vida. Deseo de todo corazón que tú estés bien, al igual que mis queridos nietecitos, deseo que hagan con su vida lo que les dicte su corazón y sean muy felices.
Dada la impronta de los acontecimientos que acarrearon mi trágico desenlace, no pudimos tener una conversación y ponerte al corriente de lo que pasó con tu madre.
En primer lugar, te puedo decir, que todo lo que hice lo hice por amor a ti, mi adorado hijo... No soportaba ver, como tu madre te maltrataba, tanto física como mentalmente, como te insultaba cuando algo no te salía como ella quería y te comparaba con unos y con otros, como rebajaba tus méritos no dándoles importancia, mientras hacía hincapié en tus defectos, minándote tu autoestima, y te golpeaba con el cinturón, cuando, al gritarte, tú no cumplías a rajatabla sus órdenes, porque te quedabas bloqueado y empequeñecido por el miedo que le tenías. Reconozco que me podía haber divorciado y haberte llevado conmigo, huyendo de ese infierno; pero también era consciente de que te hubiera perdido para siempre, porque las custodias se las suelen dar a las madres...
Entonces, me perdí en un profundo proceso de locura e impotencia, no sabía qué hacer ante esa dolorosa situación...perdí los estribos y la paciencia...
Reconozco que no todo vale por amor y que el fin no justifica los medios, como decía Maquiavelo en su Príncipe; pero entonces... Urdí un plan.
Solía llevarle todas las noches un vaso de leche a la cama. Se me ocurrió echarle una pequeña dosis de matarratas en la leche.
Al cabo de una semana enfermó.
Tú te acordarás bien, porque cuando estaba encamada, se te veía respirar de alivio.
Cuando le dio el fallo cardiaco, murió.
Me preguntabas de vez en cuando qué había sido de ella y yo te decía que Se había escapado con un militar destinado en Melilla.
Transcurridos unos años, dejaste de preguntar. Para ti resultó ser un alivio, y la paz reino en nuestro querido hogar, haciendo de él un lugar seguro, lleno de AMOR y CONFIANZA.
Luego tú te casaste, y vinieron a este mundo Sandra y Raúl, que supusieron una gran alegría y llenó nuestra existencia de gozo. Nuestra familia era perfecta. Al aumentar la familia, mi corazón se vio henchido de alegría y esperanza, pues éste a veces se veía quebrado por las turbulencias de un pasado horrible guardado a cal y canto con siete llaves...
Te rogaría que me perdonaras, por mi decisión, pues no soy un asesino; pero la locura me sumió en este proceso.
Si quieres saber la verdad de lo que pasó, te pediría que retires el armario que está en el dormitorio que era de tu madre y mío... Allí encontrarás unos rasillones, quítalos, por favor...
Os deseo a ti y a tu bella familia todos los parabienes de ese mundo terrenal y me despido con todo el amor que os tuve y que en esta nueva dimensión va en aumento.
TU PAPÁ.
Juan, con un golpe seco en el pecho, fue hacia el dormitorio, que había sido de sus padres, corrió como pudo el armario, retiró los rasillones con una maceta, y cuál fue su sorpresa al comprobar que allí se hallaba el cadáver de su madre, con un gesto terrorífico de venganza de ultratumba en el rostro… Ante el impacto, Juan lloró, pero perdonó a su padre de corazón porque comprendió que todo lo había hecho por amor, aunque fuese un acto terrible y abominable.
Por Maribel P.
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