Carta desde el más allá 12

 

                                                           Cuando el más allá está más cerca de lo que parece.

 

Querida maraña:

 Hoy es otro día interminable que parece atraparme en otra espiral sin salida. La luz del amanecer se cuela por la ventana iluminando mí habitación con un brillo cálido que se siente, a pesar de todo como una promesa.

Sin embargo, el eco de lo que fui resuena en mi mente, como un susurro lejano que me recuerda la fragilidad de mi memoria. 

Cada día despierto con la esperanza de no perderme en el laberinto de mis pensamientos.

Cuando me miro al espejo, veo a un extraño. Este ser que me observa parece más un espectro que un reflejo; su mirada está llena de confusión y miedo.

Me pregunto si alguna vez volveré a ser quien solía ser o si estoy condenada a vivir en este limbo, entre recuerdos vividos y vacíos que me devoran.

El miedo a perderse y desaparecer son pequeños demonios que se cuelan en mis días y se alimentan de mis inseguridades.

Me atormenta la idea de que un día mis seres queridos no reconocerán ni la sombra de lo que era.

En mi mente, los recuerdos flotan como burbujas de aire en un océano oscuro, algunos brillantes y coloridos, otros opacos y desvanecidos.

A menudo el simple acto de recordar se convierte en una batalla. Intento, aferrar esas memorias que son mi esencia, pero se deslizan entre mis dedos como arena.

Los nombres se escapan de mi lengua, las fechas importantes se convierten en un acertijo que no puedo resolver.

Mis cambios de humor son otro enemigo. Puede que hoy me despierte radiante, con el corazón ligero y la mente clara. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, mis emociones giran como una tormenta. Es difícil explicar lo que siento cuando estos sentimientos caóticos hacen su aparición.

De vez en cuando, la frustración me consume y me encuentro gritando en silencio, buscando respuestas donde no las hay.

Así mi vida se convierte en un continuo volver a empezar. Me enfrentó al día con la esperanza de que esta vez recordaré un rostro familiar, un olor reconfortante, o incluso la risa contagiosa de un amigo.

El proceso de aceptar esta nueva versión de mí mismo ha sido doloroso. He tenido que aprender a convivir y hacer las paces con mi demonio personal, su nombre Alzheimer. No sólo es una palabra aterradora, sino una sombra que se cierne sobre mí existencia.

He tomado decisiones difíciles, como dejar de luchar contra el olvido, y he aprendido a encontrar la belleza en el momento presente, por efímero que sea. Trato de abrir mi mente a nuevas experiencias, a veces me siento como una niña pequeña explorando un mundo nuevo.

A pesar de que el camino se vuelve incierto, me esfuerzo por encontrar paz en el aquí y ahora.Así que aquí estoy luchando por enfrentar las sombras, que se tornan aterradoras.

 Cuando me levante mañana, espero recordar que, hoy como ayer, será un nuevo comienzo.

 Me despido.

                                                                          

La que se desvanece en las sombras de su memoria

 

Por Inés G. 

 

 

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