Carta desde el más allá 7

 

Hola, Teresa:

Soy Juan, seguro que no me has olvidado, nuestro pueblo fue conocido por los acontecimientos; empezamos a salir, estaba enamorado de ti y pienso que tú también sentías algo por mí. En el camino nos encontramos con tu familia, no querían vernos juntos, yo no era un buen partido, no tenía tierras. Al final, te fuiste con ellos a casa por interés, ya sabes: del amor al odio no hay mucho trecho.

Allí me quedé solo y con la seguridad de que eso no quedaría así. Te maldije a ti y a toda tu familia, por cómo tratasteis a la mía; en mi pensamiento estaba la venganza, después de cómo lograsteis poner a todo el pueblo en contra de mí, con acusaciones falsas sobre lo que supuestamente te hice a ti y al robo que sufrieron en vuestros negocios, tú no desmentiste nada, sabiendo que todo era mentira.

Gracias a tu declaración, me encerraron cuatro años sin poder defenderme. Esto supuso la muerte de mi madre enferma del corazón, no lo pudo soportar muriendo sin poder hacer nada.

Recordarás cómo murió tu hermano al poco de salir yo de la cárcel. Lo encontraron tirado en una cuneta con las tripas fuera, no pudieron encontrar al que lo mató. Tus padres, al enterarse, les faltó tiempo para ir a acompañar a la familia no les dio tiempo de salir por la puerta. Entró un ladrón y los mató allí mismo. Todo el pueblo pensaba que estabais maldecidos.

Toda tu vida no vale nada, no creo que puedas olvidarlo nunca. Cuando te casaste con el cacique del pueblo, a los pocos días de la boda lo encontraron con la garganta rajada, no encontraron al que lo hizo.

Tú no lo sabes, pero contraje una enfermedad en la cárcel, me dieron pocos años de vida, los suficientes para que me diera tiempo de encargarme de todos ellos con mis propias manos. Sí, fui yo el que los mató.

Esta carta te la mando desde la tumba para que sepas que ni la muerte podrá frenar mi sed de venganza. Te perseguiré hasta que, finalmente, te unas a mí en el infierno.

Te escribo para recordarte que no puedo dejarte que seas feliz, me arruinaste la vida.

Te maldigo, Teresa. Piénsalo bien: esto es una promesa, cualquier noche me presentaré en tu casa y te arrancaré el corazón, total, nunca lo utilizaste.

Me despido sabiendo que llevaré mi venganza a cabo cuando yo quiera y tú no sabrás cuando será tu último día.

P.D. No tendrás descanso pensando en mí.

Desde el más allá se despide el espíritu de Juan.

Paquita B. 

Comentarios