Relato de terror: "Su luna de miel"

 

SU LUNA DE MIEL

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida…

Imagen realizada con IA en Canva

Víctor, un eminente forense, un hombre alto y bien parecido, vivía en Londres con su madre, una mujer manipuladora que organizaba su vida. A sus 38 años aún permanecía soltero.

Conoció a Helena en una conferencia sobre psicología. Ella había terminado su carrera y estaba en Londres para perfeccionar el idioma. Habían sido invitados por Henry, un amigo en común. Al finalizar el acto fueron presentados: «Víctor te presento a Helena». En ese instante sintió que era la mujer de su vida. Comenzaron una relación, pasaron los meses y decidieron casarse, pero siempre con la sombra de su madre interponiéndose en su camino.

Su viaje de luna de miel lo hicieron en uno de esos lujosos trenes que salen de noche. Llegaron a la estación de Londres envueltos en una densa niebla, subieron al tren, que, al verlo, a Helena le pareció que estaba lleno de misterio. Se dirigieron hacia una suite lujosa y sobria al estilo inglés.

—¡Víctor, es preciosa, nunca había visto nada igual!

— Sí, lo es — contestó Víctor — será un viaje fantástico.

—Podríamos ir al restaurante para tomar una buena cena y después una copa si te apetece.

— Claro que sí, me cambio y vamos.

Después de una magnífica cena en aquel lujoso restaurante y una copa, regresaron a su habitación para descansar, pues el día había sido muy largo y lleno de emociones

Víctor no podía dormir, la sombra de su madre le perseguía. Helena se durmió mirando aquella sombría y misteriosa habitación.

Unas horas después, Víctor abrió los ojos y ahí estaba mirándole con la cara desencajada y un gran cuchillo en la mano, intentó gritar, pero no podía moverse y le iba a matar.

—¡Helena, por favor, para!

Abrió los ojos, pero allí no había nadie estaba solo en la habitación y seguía sin poder moverse. La buscó con la mirada, pero no estaba allí.  «¡¿Qué me está pasando?!».

Se arrastró hasta el suelo y salió al pasillo.

Estaba desierto, solo el ruido de los raíles del tren y esa inmensa niebla que todo lo envolvía. De pronto, la vio en el fondo del vagón con su camisón blanco, su tez blanca parecía un ángel flotando como las plumas de un almohadón. Intentó llegar donde estaba, pero ella abrió la puerta del compartimento y desapareció.

«Tal vez estoy muerto o una droga, eso debe ser, la copa… puso algo en mi copa…»

Siguió arrastrándose hasta donde ella estaba. Helena contéstame: «¿Qué es lo que me pasa?». Ella no contestó, solo abrió la última puerta del vagón y, al intentar agarrar su pierna, él cayó al vacío de la noche entre la niebla hasta tocar las vías con las manos.

En ese mismo instante se despertó con un grito ahogado. Seguía en su cama, pero Helena nunca apareció.

Tal vez nunca existió. O tal vez la sombra de su madre la envolvió con su largo manto y se la llevó.

 

 

Por Maribel



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