EL CORAZÓN PERDIDO
Yendo una
tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo;
me bajé: era un sangriento y vivo corazón que recogí cuidadosamente con la mano.
Sin saber qué hacer, se lo ofrecía a cualquiera que pasara. Cada vez la tía más
y más. El miedo se apoderaba de mí. Oscureció. Cada vez brillaba más y más.
Sin saber dónde llevarlo, me fui al cementerio pensando en enterrarlo.
Cuando ya
estaba dentro, el enterrador cerró con llave la puerta. Quise saltar la
valla. No pude. Me fracturé un pie. El mundo se me venía encima. El miedo se
apoderó de mí, me cobijé en una tumba cerrada. El frío era helador, los fuegos
fatuos salían de las tumbas, iluminaban el cielo, oía voces, el pelo se me
ponía como escarpias. Creo que me desmayé. Al amanecer, el corazón no estaba ni
yo tampoco, pero fue una noche terrorífica.
Por Teresa
G.
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