Relato de terror.

 

Ilustración diseñada por Rosario Arroyo Sáez    mediante I.A. en Canva

EL NADIE, por María José Martín Jiménez


En España, hay más de cinco millones de personas que viven solas en sus domicilio. Muchas de esas personas carecen de familia y amigos, son "los nadie", "los olvidados". Este relato ficticio cuenta la historia y tragedia de una de ellas.


Al oír las campanadas de las nueve de la noche en el reloj de la torre, José cerró su libro y pensó en preparar la cena. Se encontraba en el comedor de su casa, la única habitación decente de su pobre hogar. Estaba amueblada de forma modesta y lo presidía un cuadro con la fotografía que se hicieron sus padres el día que se casaron.

 


De su padre apenas conservaba recuerdos, pues murió de unas fiebres cuando José apenas tenía cinco años. Eran tiempos de postguerra, de hambre y miedo.

 

José era el único hijo de ese matrimonio. Ya de pequeño, debido a su rostro poco agraciado y a su carácter huraño, apenas tuvo amigos. De joven, las chicas le evitaban por el mismo motivo. Su desahogo sexual lo realizaba en sucios burdeles y prostíbulos que le proporcionaban más tristeza que satisfacción.

 

Trabajó alimentando con carbón una vetusta caldera que proporcionaba energía para mover la maquinaria de una fábrica textil. Como siempre estaba con la cara sucia, se ganó el apodo del "Tiznao". Debido al polvillo del carbón y a su excesiva afición por el tabaco, le desarrolló un cáncer de garganta que, milagrosamente, superó, pero para ello le tuvieron que amputar todas las cuerdas vocales.

 

Su madre había fallecido hacía dos años, por lo cual José se encontraba solo en la vida, compartiendo su hogar con tres gatos que le daban algo de compañía.


Se levantó dispuesto a preparar la cena y enseguida se dio cuenta de que la botella de vino estaba vacía. Recogió el envase y se dirigió a la planta baja, donde tenía una pequeña cuba, para llenarla. Los gatos le siguieron pensando que recibirían el premio de algún alimento. Al bajar por las escaleras, uno de los gatos se le cruzó. Trató de esquivarle, pero tropezó y cayó rodando sin parar hasta la planta baja, a dos metros de la puerta de salida a la calle. Se rompió la botella y los cristales le provocaron profundos cortes de los que manaba sangre abundantemente. También se dio un fuerte golpe en la cabeza sintiendo un dolor tan profundo como nunca pensó que existiera. No podía gritar, no podía moverse. La angustia de verse solo y moribundo enseguida se apoderó de él. Estuvo así un tiempo interminable. Con esfuerzo, pudo volver la cabeza y vio con horror un enorme charco de sangre que sus tres gatos lamían curiosos. Pensó en la muerte, en la vida, en todo y en nada. Al final, perdió el conocimiento y todo fue oscuridad.

 

Pasados unos días, un olor nauseabundo se filtraba hacia el exterior a través de las rendijas de la desvencijada puerta de entrada de la casa. Cuando los vecinos percibieron que el origen de dicho olor procedía de la casa del "Tiznao", inmediatamente dieron aviso a las autoridades.

 

Se personó el alcalde del pueblo junto al juez, el médico, la policía y los bomberos, para proceder a la apertura del domicilio de José, temiéndose lo peor. Efectivamente, al forzar la cerradura, un terrible e insoportable hedor les invadió y al entrar comprobaron que allí se hallaba el cuerpo sin vida del “Tiznao”, cuyo rostro estaba siendo devorado por los tres gatos que sobrevivieron alimentándose del cadáver de su amo.


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