Con extrema timidez alargó su
mano, dudaba entre la mía o el bolsillo del pantalón; ganó el bolsillo; por
poco tiempo, no hay nada que un puñado de chuches no pueda lograr. Levantó los
ojos, en una mezcla de idiomas, dijo algo parecido a un gracias, esbozando una
pequeña sonrisa.
No olvidaré esos ojos oscuros,
casi negros, en los que se reflejaba todo el miedo y la angustia que le
provocaba una situación completamente desconocida.
Puse rodilla al suelo, quedando a
su altura, esperé pacientemente que volviera a mirarme, cuando lo hizo,
pregunté:
- ¿Puedo abrazarte? - Dudó unos
segundos, paso atrás, otro adelante… Al final sucumbió a mis brazos, primero
con cautela, para irnos apretando poco a poco. Unas lágrimas rebeldes brotaron
de sus ojos.
En esa mezcla tan particular de
lenguas dijo:
- Mi mamá me ha dicho que soy un
niño grande y no voy a llorar, de un manotazo limpió las lágrimas que corrían
por su cara. - ¿Cómo me has dicho que te llamas preguntó? Preguntó.
- Merche.
- ¿Y tú?, pregunté para romper el
hielo.
- Karim, ¿dónde vamos?
- A una casa muy bonita, donde
hay más niños de tu edad, jugaremos en el patio y nos divertiremos mucho.
- Mi casa también era muy bonita,
ahora ya no, afirmó con contundencia. ¿Sabes?, tenía muchos amigos, jugábamos
en la calle después del cole, ahora no voy, tampoco veo a muchos de ellos. Dice
mamá que se han ido con sus abuelos o con familiares, lejos de sus casas; yo no
puedo, mi familia vive toda muy cerca de nosotros, ¡ya no hay niños en la
calle!
Un día llegó papá y abrazándome
me dijo que iba a hacer una excursión, me puse muy contento aplaudía y saltaba,
siempre me ha gustado ir en bus.
Ese mismo día, mamá metió unas
cosas en una maleta y algo de comer en la mochila, (¿sabes?, me la regaló mi
tía el día de mi cumple).
Me llevaron de la mano, pero no
había bus (balbuceó), era un avión con muchas personas vestidas de verde, luego
sólo recuerdo a mamá abrazándome muy muy fuerte, cuando miré su cara, ella miró
a otro lado, creo que estaba llorando.
- ¿Cuándo voy a ir con mamá y
papá?, preguntó con gesto enfadado.
- Pronto, muy pronto, contesté,
la mano volvió a limpiar esas gotas rebeldes.
El silencio nos hizo compañía durante
un buen rato.
Tratando de animarle, le enseñé
mi móvil y le dije:
- Cuando lleguemos a casa, les
llamamos y les cuentas cómo es este sitio.
En sus ojos apareció un brillo y
riendo abiertamente dijo: - vale.
Corrió al banco en el que estaba
su gorra, se la puso y dijo:
- Me la dio mi papá, era de él
cuando era pequeño, - ¿a qué es bonita?
No esperó respuesta. Aferrando mi
mano, emprendimos un camino, que juntos vamos a recorrer durante el verano, ése
que nos cambiará la vida a los dos.
Inés González
Grupo de Los Praos
👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMe gusta mucho
ResponderEliminarMuy bonito, un gran relato, Felicidades.
ResponderEliminarMuy bonito enhorabuena Inés ..soy Miki
ResponderEliminarMuy bonito 👍👍
ResponderEliminarMe gustó mucho, eres muy sensible
ResponderEliminarEntrañable , con la emocion a flor de piel .Me gusta
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