CONTINUACIÓN RELATO ENCADENADO 3 - GRUPO DE LOS PRAOS

 

Con extrema timidez alargó su mano, dudaba entre la mía o el bolsillo del pantalón; ganó el bolsillo; por poco tiempo, no hay nada que un puñado de chuches no pueda lograr. Levantó los ojos, en una mezcla de idiomas, dijo algo parecido a un gracias, esbozando una pequeña sonrisa.

No olvidaré esos ojos oscuros, casi negros, en los que se reflejaba todo el miedo y la angustia que le provocaba una situación completamente desconocida.

Puse rodilla al suelo, quedando a su altura, esperé pacientemente que volviera a mirarme, cuando lo hizo, pregunté:

- ¿Puedo abrazarte? - Dudó unos segundos, paso atrás, otro adelante… Al final sucumbió a mis brazos, primero con cautela, para irnos apretando poco a poco. Unas lágrimas rebeldes brotaron de sus ojos.

En esa mezcla tan particular de lenguas dijo:

- Mi mamá me ha dicho que soy un niño grande y no voy a llorar, de un manotazo limpió las lágrimas que corrían por su cara. - ¿Cómo me has dicho que te llamas preguntó? Preguntó.

- Merche.

- ¿Y tú?, pregunté para romper el hielo.

- Karim, ¿dónde vamos?

- A una casa muy bonita, donde hay más niños de tu edad, jugaremos en el patio y nos divertiremos mucho.

- Mi casa también era muy bonita, ahora ya no, afirmó con contundencia. ¿Sabes?, tenía muchos amigos, jugábamos en la calle después del cole, ahora no voy, tampoco veo a muchos de ellos. Dice mamá que se han ido con sus abuelos o con familiares, lejos de sus casas; yo no puedo, mi familia vive toda muy cerca de nosotros, ¡ya no hay niños en la calle!

Un día llegó papá y abrazándome me dijo que iba a hacer una excursión, me puse muy contento aplaudía y saltaba, siempre me ha gustado ir en bus.

Ese mismo día, mamá metió unas cosas en una maleta y algo de comer en la mochila, (¿sabes?, me la regaló mi tía el día de mi cumple).

Me llevaron de la mano, pero no había bus (balbuceó), era un avión con muchas personas vestidas de verde, luego sólo recuerdo a mamá abrazándome muy muy fuerte, cuando miré su cara, ella miró a otro lado, creo que estaba llorando.

- ¿Cuándo voy a ir con mamá y papá?, preguntó con gesto enfadado.

- Pronto, muy pronto, contesté, la mano volvió a limpiar esas gotas rebeldes.

El silencio nos hizo compañía durante un buen rato.

Tratando de animarle, le enseñé mi móvil y le dije:

- Cuando lleguemos a casa, les llamamos y les cuentas cómo es este sitio.

En sus ojos apareció un brillo y riendo abiertamente dijo: - vale.

Corrió al banco en el que estaba su gorra, se la puso y dijo:

- Me la dio mi papá, era de él cuando era pequeño, - ¿a qué es bonita?

No esperó respuesta. Aferrando mi mano, emprendimos un camino, que juntos vamos a recorrer durante el verano, ése que nos cambiará la vida a los dos.


Inés González

Grupo de Los Praos




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