COMIENZO DEL RELATO ENCADENADO 1 - CURSO DE EMOCIONES

Recuerdo la primera vez que sentí miedo.

Aquel día salía de la universidad de la experiencia a la que me gustaba tanto ir. Eran las siete de la tarde de una noche fría e invernal típica de Béjar. Tomé la decisión de dar un rodeo por una calle poco transitada y así llegar antes a casa.

Mientras caminaba, solo se oía el ruido de mis pisadas. De repente, al girar la esquina me topé con un niño de unos diez o doce años, que me impedía el paso en tono amenazante.

Era un niño moreno, fuerte y algo desaliñado que me miraba fijamente.

Yo, con total tranquilidad, le dije que por favor me dejara pasar.

Pero, en realidad, el miedo lo sentí cuando apareció su madre, una señora con cara de mala leche y con un moño medio deshecho, con ropas sucias y muy malos modales.

–¿Qué le estás haciendo tú a mi niño? – me increpó.

– ¿Señora, qué dice? Yo solo quiero que me deje pasar.

En ese momento y muerta de miedo, intenté tranquilizarla y tranquilizarme para poder continuar mi camino, pero no hubo manera. Sus voces sonaban por toda la calle y no le permitían escuchar lo que yo le decía.

El niño permanecía quieto al lado de su madre y sin perderme de vista.

Yo quería llegar a mi casa, se me hacía tarde y me estaban esperando para celebrar el cumpleaños de mi nieto Lucas.

Aunque intentaba por todos los medios que no se notara mi miedo, empecé a sentir como mi corazón se aceleraba, mis piernas temblaban y un sudor frío recorría mi espalda.

En ese momento me armé de valor y decidí pasar entre ellos e intentar acabar con esa situación.

– Que sepas que hoy te has librado – dijo la mujer –, pero me he quedado con tu cara…

M.ª Sol y Charo