Relato de terror: Los hijos del castaño

lustración de Ricardo Polo López distribuida bajo una licencia de Creative Commons (CC-BY-SA 3.0) en Intef


Los hijos del Castaño

El verano transcurría sin ninguna emoción, fue entonces cuando Tito y su novia Verónica decidieron invitar a sus mejores amigos, Fernando y Luna, para salir de la monotonía de la ciudad. Buscaron en un mapa y les llamó la atención un pueblo llamado “El Castaño”, que quedaba a las afueras de la ciudad, a unos 60 km de distancia valle arriba. Cuenta la leyenda urbana que ese pueblo había sido abandonado después de una peste que dicen le sobrevino como castigo por no cuidar de sus hijos.

El sábado bien temprano emprendieron el viaje. Verónica hacía alardes de su nuevo y costoso sombrero, el cual había comprado para protegerse del implacable sol veraniego, mientras Fer y Luna se reían pues les parecía un sombrero muy grande y ridículo. Pararon en una estación de servicio para repostar combustible y comprar algunas chuches y bebidas para el camino.

Mientras hacían la fila para pagar, conversaban sobre su viaje y el dependiente escuchó cuando dijeron que irían al Castaño; cuando les tocó su turno de pagar, el hombre les preguntó: “¿Ustedes van a ir al pueblo Fantasma?”, a lo que Tito respondió con otra pregunta: “¿Pueblo Fantasma?”. El dependiente dijo: “dijeron que iban al Castaño y ese es el pueblo Fantasma”.  Luna pregunto: “¿Por qué lo llaman así?”

El dependiente contesto: 

“Porque después de tantas muertes sus habitantes lo abandonaron y solo quedan las ruinas y los fantasmas de sus muertos que reclaman justicia”, a lo que Fer respondió: “Calla, tío, no lograrás asustarnos con esos cuentos de camino, me han dicho que el lugar es muy guay y sí vamos a ir allí”. Pagaron y continuaron su camino.

Cuando llegaron al pueblo, del cual estaba prohibido incluso decir su nombre, los cuatro sintieron un escalofrío que les hizo temblar hasta los huesos, fue muy extraño, al punto de abrazarse porque sintieron miedo. El pueblo tenía una mezcla de belleza y terror, ya que la naturaleza que les rodeaba era hermosa, incluso algunas casas conservaban sus bellos jardines aún con flores, como si alguien cuidara de ellos. No obstante, contrastaban con las ruinas lúgubres de otras viviendas, algunas de ellas te invitaban a entrar por curiosidad; sin embargo, decidieron dar un paseo por los campos y las montañas cercanas. Había muchas cuevas, de las que se decía que estaban malditas porque ahí habían muerto unos rebeldes huyendo de los soldados, pero no pudieron salir de ellas, ya que fueron sepultados por una avalancha de barro un día muy lluvioso. Se dice que aún en las noches se escuchan sus gritos pidiendo auxilio, pero a los jóvenes no les importó aquella historia y decidieron pasear por las zonas aledañas. Estuvieron caminando un buen rato disfrutando de los hermosos parajes, pero se sentaron a descansar debajo de unos frondosos árboles cercanos a una de las cuevas.

Inesperadamente sintieron que un viento frío sopló sobre ellos y el sombrero de Vero voló y cayó dentro de la cueva mayor, corrió a recogerlo y se llevó el susto de su vida cuando, al levantarlo, encontró un cráneo humano. Sus gritos retumbaron por todo el campo, sus amigos fueron a ver qué pasaba y al ver aquel macabro hallazgo nuevamente el miedo los invadió, Fernando sacó su móvil y tomó fotos.


Después se fueron a dar un paseo por el pueblo, pero les llamó la atención no ver a ninguna persona durante el recorrido. Se tomaron fotos en diferentes lugares emblemáticos y llamativos del pueblo, siendo evidente que algo extraño ocurría en aquel lugar porque sentían que desde las ventanas alguien los observaba. Al notar que estaba cayendo la noche, decidieron salir del pueblo, pero cuando llegaron al coche este no quería encender, buscaron ayuda pero no vieron a nadie. De un momento a otro, empezó a llover con mucha fuerza, corrieron a buscar refugio a un gran portal de una casa. Intentaron abrir la puerta, sin conseguirlo. Cayó un rayo que iluminó por un momento todo el pueblo. El trueno fue tan fuerte que retumbaron las paredes y, cuando menos lo esperaban, la puerta de detrás de ellos se abrió. A pesar del temor que les invadió, decidieron entrar a refugiarse, pero fue cuando sintieron que esa casa tan extraña guardaba oscuros secretos que pronto iban a descubrir.

Mientras se sentaron a descansar un poco, empezaron a oír sonidos extraños en uno de los pisos superiores y decidieron ir a revisar qué era aquello que se escuchaba. Cuando llegaron al piso donde se escuchaban los ruidos, no había nada. Los sonidos se siguieron escuchando mucho más fuertes, era como si se arrastrarán cadenas. Al cabo de un rato, las linternas que los alumbraban se apagaron solas y buscaron si había algo con qué alumbrase y encontraron unas viejas lámparas de aceite. Tito sacó el encendedor y, por fin, ya tenían luz. Sentían mucho miedo, pero aun así siguieron investigando a ver de dónde provenían los sonidos. Como había dejado de llover, buscaron la puerta para salir de casa, pero notaron que, a pesar de que el pasillo no era muy largo, cada centímetro se les hacía eterno, como si nunca acabará y alguien lo estuviera alargando. De repente, se escuchó un quejido horroroso. Asustados, buscaron la salida, pero, aunque la casa no era muy grande, no la encontraron, era como si una fuerza superior moviera las puertas de salida.

Pasada más de la media noche y desesperados ya por querer salir de ahí, oyeron unas voces pidiendo auxilio que se hacían cada vez más y más fuertes. Buscaban de dónde salían aquellas voces y vieron como una luz, parecía que los guiaran a una puerta medio abierta de un cuarto. Entraron y se encontraron muchos muebles viejos y entre ellos una nevera antigua que les llamó mucho la atención. Al abrirla, la sangre se les congeló y el miedo se apoderó totalmente de ellos porque lo que encontraron dentro fue aterrador: el cadáver de dos niños abrazados. Luna empezó a llorar y todos comenzaron a lamentarse y a sentir compasión por los niños que tal vez habían muerto asfixiados.

Fernando les dijo: “sé que tal vez alguno de ustedes no sea creyente pero, yo voy a rezar por el alma de esos pequeños, ya no podemos hacer nada más por ellos pero sí ayudarles a descansar en paz”. Y, mientras rezaban, la figura fantasmal de dos pequeños niños se les hizo presente. El niño más grande les dijo: “no teman no les vamos a hacer daño, por el contrario, voy a darles las gracias por haber encontrado nuestros cuerpos y así ahora podremos descansar en paz”.

Los niños les contaron cómo llegaron a esa nevera y fue jugando al escondite mientras su madre trabajaba en la panadería, no tenían padre porque había muerto en la guerra. La casa en la que se escondieron estaba abandonada porque había fallecido la dueña y no tenía familia que la heredara. Entraron por la puerta de atrás y se metieron en el cuarto lleno de muebles y vieron la nevera vieja y les pareció el lugar perfecto para esconderse pero, al cerrar la puerta, ya no pudieron abrirla y nadie escuchó sus gritos de auxilio. Cuando ellos desaparecieron, todo el pueblo los buscó sin éxito y pensaron que alguien los había secuestrado o matado. Su madre murió un tiempo después por la tristeza. Y los vecinos se sentían culpables por “no cuidar de sus hijos”, así que, poco a poco, El Castaño se fue quedando solo y nadie quiso volver a ese lugar ni tampoco llegaron nuevos pobladores, ya que al saber la historia no se quedaban. Además, los fantasmas de los niños, al tratar de llamar la atención para que los ayudaran, lo que hacían era ahuyentar a todo aquel que los visitaba. Los niños le dieron las gracias y les pidieron un último favor que fue contar a la policía que habían encontrado sus cuerpos y que por favor le dieran sepultura.

Fernando y sus amigos cumplieron lo prometido, tomaron fotografías y las llevaron a la policía. Una vez cerrado el caso, los funcionarios les permitieron a los chicos hacerle un funeral a los niños y sepultarlos en el cementerio del pueblo junto al cuerpo de su madre. Los niños descansaron en paz, así que al no haber más fantasmas que ahuyentaran a los visitantes el pueblo se fue haciendo famoso y se convirtió en un hermoso lugar turístico.


Carlos Delgado

Comentarios