CON LOS ANILLOS EN SUS DEDOS
Fotografía distribuida bajo una licencia de Creative Commons (CC-BY-SA 3.0) en Intef
Clara había estado en coma durante tres meses cuando el
médico dijo que finalmente había muerto. Fue enterrada en un pequeño cementerio
a un kilómetro de su casa.
Su familia le dijo que descansara en paz, pero no fue así. A
última hora de la noche, un ladrón de tumbas, con una pala y una linterna,
comenzó a desenterrarla. Como la tierra estaba suelta, llegó rápidamente al
ataúd y lo abrió. Clara había sido enterrada con dos valiosos anillos: un
anillo con un diamante y otro con un rubí. El ladrón intentó quitarle los
anillos, pero estaban adheridos a sus dedos y no conseguía sacarlos. Con el
cuchillo que llevaba le cortó los dedos, comenzó a sangrar y Clara comenzó a
moverse. De repente, ella se levantó. Aterrorizado, el ladrón se puso en pie, se
dejó caer la linterna y la luz se apagó.
Podía oír a Clara salir de su tumba. Al pasar junto a él en
la oscuridad, el ladrón se quedó petrificado sujetando el cuchillo con la mano.
Cuando Clara lo vio le preguntó: «¿qué quieres?». Al escuchar hablar al
cadáver, el ladrón de tumbas corrió, Clara se encogió de hombros y siguió
caminando sin mirar hacia atrás. El ladrón llevado por el miedo huyó en la
dirección equivocada, se cayó de cabeza en la tumba sobre el cuchillo que
llevaba y él mismo se apuñaló. Mientras Clara caminaba hacia su hogar, el
ladrón se desangró hasta morir.
Anu M. Nieto
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