Hace años que compré mi casa, me presento:
Soy Lucas, un peluquero al que le apasiona su trabajo, vivo con mi pareja y con nuestro perro. La peluquería está en la planta baja de nuestra casa y hacemos vida en la primera planta. También, tengo una segunda planta por reformar, que está diáfana y sin luces.
Mi pareja se marchó de vacaciones y yo me quedé trabajando. Cuando llegó la noche, saqué a pasear a mi perro y se levantó mucho viento, dimos nuestro paseo de siempre y volvimos a casa.
Estuve cenando y viendo la tele. Llegada la hora, nos fuimos a dormir mi perro y yo. El aire seguía, no podía conciliar el sueño, se escuchaban ruidos por todas partes.
Cuando por fin logré quedarme dormido, un golpe muy fuerte me despertó de nuevo, estaba muy asustado, mi perro no paraba de ladrar y mirar hacia las escaleras. No sabía qué hacer, si esperar a que fuese de día o subir a la segunda planta por si alguna de las ventanas estuviese rota y el aire la hubiese abierto.
Con el miedo en el cuerpo, cogí un martillo y una linterna que me harían sentir más seguro, comencé a subir las escaleras, mi perro no dejaba de ladrar, me tenía más nervioso aún. Una vez que llegué a la segunda planta, me di cuenta de que el aire había abierto la ventana y está estaba dando golpes contra la pared. El miedo me desapareció, me quedé más tranquilo, apagué la linterna y, cuando me disponía a bajar las escaleras, noté como me quedaba enganchado del bolsillo de mi chaqueta.
No era capaz de soltarme, así que encendí mi linterna de nuevo y me di cuenta de que una mano estaba tirando de mí con fuerza, pegué un grito muy asustado y me dijo:
- No grites, solo vengo a que me cortes el pelo, esta era mi casa.
Yo no tenía palabras, estaba en shock, era la señora que había vivido en esa casa y muerto en esa habitación.
Hasta el día de hoy no he sido capaz de volver a subir a esa planta.
Jennifer de la Mata
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