Carta desde el más allá 11

 

Ánima en pena, 1-11-1820

Queridos padres:

Ahora que mi cuerpo no está entre los vivos, me atrevo a contaros lo sucedido aquella tarde de otoño en que llegué a casa, con el vestido roto, despeinada y llena de barro.

En un pequeño pueblo de montaña, una tarde de otoño, los vecinos aprovechaban los últimos rayos de sol, unas niñas jugaban en la plaza.





 

Se desata una gran tormenta, de aire, lluvia y granizo. Todos corren a cobijarse, las niñas también corren para sus casas. Todas viven cerca, menos la más pequeña, de unos ocho años, que vive al final del pueblo, camino del río.

A medida que atraviesan el pueblo, sus amigas la van abandonando.

De pronto, la tormenta deja al pueblo a oscuras, las casas que siempre le parecen majestuosas, ahora son unas sombras en el suelo que la asustan.

Continúa el camino lleno de barro, de hojas secas. A los lados, cubierto de árboles, que crujen con el viento, la niña va empapada por la lluvia, despeinada. Su rubia trenza se ha deshecho, le tapa los ojos, apenas puede ver, el aire le impide respirar.

De pronto, un rayo ilumina el camino y ve una sombra que la persigue. Ella no sabe si es humana o de un animal. Con prudencia, ella no se acerca, pero la sombra la persigue. Su corazón late con fuerza, sus sienes golpean su frente y la pobre niña se ahoga con su propio llanto. Cierra los ojos y piensa: ¡Que sea lo que Dios quiera! De pronto, siente un gran golpe en el pecho, algo la empuja y la hace caer. A la vez, su cara llena de una baba viscosa.  Abre los ojos y ve a su perra Chispa, que ha venido a buscarla. La niña sonríe y acaricia a la perra, a la vez que la riñe con cariño.

La niña sonríe, por fin, relajada.

Se levantan las dos y juntas regresan a casa.

Queridos padres la historia de esta niña es mi historia, que en su día no me atreví a contar. Un fuerte abrazo desde el más allá.

Confesión de un alma en pena.

Carmen G. 

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